IRUYA, Salta, Argentina.- Anochece en el pueblo, en el valle entre los cerros. Las luces del alumbrado público acaban de encenderse. El paisaje se encuentra de pronto bañado por una claridad amarillenta que contrasta con el color de las montañas enormes que lo cobijan.
Las quebradas están oscuras, casi negras, como las rayas del pelaje de una cebra. Algunas caras de la montaña, las más verticales, lucen amarillas. Arriba, a lo lejos, las montañas toman un color gris azulado, copiando el tono del cielo. Nubes de formas caprichosas parecen subir desde el horizonte para jugar bien arriba.
Este momento mágico, cuando anochece en Iruya, pleno de contrastes maravillosos, puede observarse desde los cerros que bordean Iruya. (Ph: Hernán Martinez Campos)