IRUYA, Salta, Argentina.- Cae la tarde en el camino hacia Iruya que recorre los cerros silenciosos. Puede verse el Cerro Morado, con sus 5100 msnm, observando la escena desde su alto trono.
El paisaje abruma con su belleza, invitando a su vez a la reflexión, quizás a una reflexión que a un sueño (o un recuerdo) se parece. Como dijera el profundo Antonio Machado en su poema “Yo voy soñando caminos”:
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
«Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada».
(Ph: Ricardo Ledesma).