IRUYA INENARRABLE

IRUYA, Salta.- Sentarse al borde de una profundísima quebrada, contemplar la lejanía, los cerros majestuosos. Y si se dan las condiciones y se tiene la paciencia que debe tenerse, un cóndor pasará cerca, tan cerca como para poder ver su mirada. Se escuchará el sonido de sus plumas surcando el viento. Y el viajero podrá comprender algo más de lo maravilloso e insondable que es aquello que llamamos naturaleza. Descubrirá también el profundo (y sutil) equilibrio en que está todo entrelazado. Quizás también reflexione acerca de lo peligrosamente dañino que puede resultar el ser humano con su actividad diaria. Y quizás eso lo ayude a decidirse por tomar una actitud responsable hacia ese entorno frágil, bello, profundo, único.
Difícil de describir. Iruya inenarrable…
(Por Pablo Harvey).

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